El Baúl

Lo envolvió de nuevo con delicadeza. Se había dado cuenta de que ella no era la destinataria del regalo. Buscaba cada doblez del papel para plegarlo igual que estaba antes de abrirlo. Pegó en su sitio exacto los últimos trozos de cinta adhesiva y lo sostuvo un instante entre las manos. Parecía no haber sido nunca desenvuelto.
“Ya está”, se dijo con tristeza. Le hizo un hueco entre los demás sueños incumplidos y cerró despacio la tapa del baúl.
Sin embargo algunas noches, cuando el mundo dormía, volvía de puntillas al desván para abril el baúl y comprobar que seguía allí. ©

Aceptación

Un día se cansó de chocar empecinada contra aquella pared invisible. La hostilidad cesó. Mirando sin ver, extendió lentamente una mano abierta y la apoyó en ella con suavidad. Al contrario de lo que pensaba, no estaba fría. Un tenue calor se transmitía a través de la pared. Cerró los ojos. Y vio con claridad cómo la mano tocaba su reflejo sobre la lámina de un espejo abollado. ©

Olvidar

Cerró los ojos. Se la llevó con el pensamiento hasta el claro de un bosque encantado  que había dibujado para ella. La ató con delicadeza a un hermoso  árbol.  “Tienes que quedarte aquí. He de olvidarte. Te amo”.  Sin mirarla, echó a correr y se perdió en el bosque dejándola atrás.  Abrió los ojos.  Era verdad.  Ella ya no estaba. Pero él tampoco. Se había ido a buscarla. ©

Lobos

Esa noche, cuando empezaba  a dormirse, escuchó aullar a sus lobos.  A todos menos a uno. Silencioso e inmóvil, el lobo encadenado esperaba al sueño. Sólo cuando el mundo se apagaba se atrevía a emerger de entre las sombras arrastrando unos pasos sus cadenas.
– ¡Vete!- le gritó al verle frente a ella.
–No puedo- respondió el lobo. -Me tienes atado-.
Se tapó la cara con las manos para dejar de ver su imagen en el espejo. Y en la quietud del sueño, donde nadie podía oírla, aulló. ©

Háblame

 –         Confío en ti.
–          No lo hagas.
–          No te hablo a ti. Ni hablo yo. Lo hace la persona que llevo detrás de mí y me sostiene. Es ella la que habla a ese que también a ti te sostiene desde atrás. Déjales.©

La puerta

Temblando, toqué a la puerta de mis miedos. Estaban en casa. Podía oír sus tenebrosas letanías reptando hacia la entrada. Acercándose. Pero no me abrieron. Temían que me atreviera a mirarles a los ojos. Eché la puerta abajo. Y no había nadie.©

Ayer

De algún lugar viene el viento de la vida. Pero no de frente. Para que no retrocedas un paso.  Empuja para que avances. O te tambalees de lado a lado. Pero nunca tira de ti hacia el ayer. La vida no te lleva hacia atrás porque allí sólo quedan las sombras de una parte de ti que ya no existe. ©

Vacío

Creemos que es música. Y sólo es ruido. Leemos nuestra vida en pentagramas que otros han troquelado para inculcarnos un solo compás. Adormecidos y ausentes, bailamos la misma danza de sonámbulos.  Sumisos. Como autómatas.  Un, dos, tres. Un, dos, tres. Bajo el ruido.©