El narrador

¿Quién escribe? No soy yo. O al menos no ese yo previsible pegado como un recortable infantil sobre un paisaje dibujado del mundo. Mi narrador es una nebulosa de contornos difusos que, de vez en cuando,  escapa de mí y corre ebria de libertad. Escribo al dictado de un ser resentido con la vida inventada. Y entre líneas, le escucho gritar: ¡Sólo esto es real! ©

Magia

De pronto descubrió que el anverso de su vida tenía un reverso. Por una cara, las cosas ocupaban en orden su lugar. Como en un desfile militar. Se asomó temerosa al envés de su vida y, sorprendida, se encontró con el lugar donde habita la magia. Allí estaba. Con todas sus reglas y sincronías ignotas. Un mundo de emociones libres parecido al de los sueños. Y en el revés de aquellas hojas manuscritas, a salvo de las palabras y de lo visible, empezó a leer su verdadera historia. ©

El Baúl

Lo envolvió de nuevo con delicadeza. Se había dado cuenta de que ella no era la destinataria del regalo. Buscaba cada doblez del papel para plegarlo igual que estaba antes de abrirlo. Pegó en su sitio exacto los últimos trozos de cinta adhesiva y lo sostuvo un instante entre las manos. Parecía no haber sido nunca desenvuelto.
“Ya está”, se dijo con tristeza. Le hizo un hueco entre los demás sueños incumplidos y cerró despacio la tapa del baúl.
Sin embargo algunas noches, cuando el mundo dormía, volvía de puntillas al desván para abril el baúl y comprobar que seguía allí. ©

Aceptación

Un día se cansó de chocar empecinada contra aquella pared invisible. La hostilidad cesó. Mirando sin ver, extendió lentamente una mano abierta y la apoyó en ella con suavidad. Al contrario de lo que pensaba, no estaba fría. Un tenue calor se transmitía a través de la pared. Cerró los ojos. Y vio con claridad cómo la mano tocaba su reflejo sobre la lámina de un espejo abollado. ©