– Dime quién eres.
– No puedo.
– Entonces, mírame.
Le miró. Y al hacerlo, se coló dentro de ella deslizándose por el tobogán de sus ojos. Pero lo que encontró allí fue su propio laberinto de espejos, y el zumbido codificado de un enjambre de ecos lejanos.»¿Qué es esto?», susurró. «Tú», le respondió. «No estás dentro de mí, sino de ti. Sólo vemos lo que somos.» ©