Carta a uno mismo

«Busca la felicidad. Sin desmayo, sin desaliento.
Adivínala en la niebla. Y alcánzala. Despacio. O a bocajarro.
Mas cuidado… no esperes descanso alguno.
La felicidad, la auténtica, arrebata. Simpatiza con la locura.
Trasgrede el hábito, tienta, arranca telones.
Despeina, desnuda y, a menudo, hasta duele
la piel y el aliento
de tanto sentir la sangre y su latido.
En el pecho, en las manos, en la mirada.
La felicidad desordena. Desajusta.
Rompe el tiempo en pedazos inconexos que no volverán a casar igual en su ausencia. Porque, sí, se irá.
Y cuando se marche, deslizándose en picado hacia la nada por cualquier grieta del mundo,
sentirás, te lo advierto, que todo se detiene,
que te falta el aire,
que no te reconoces sin ella,
que todo oprime.
Sentirás que no fue real.
No te desmorones. O aún mejor: hazlo. Y luego levanta. Recoge tus trozos. Reconstruye tus juntas (al fin y al cabo, vivir es eso).
Después, vuelve a empezar. Búscala de nuevo. Sin desmayo. Sin desaliento.
Ahora sabes algo que antes desconocías.
Sabes que es posible. Sabes que existe”.

El mago

En el país de los unicornios había un viejo mago. Lo sé porque un día me encontré con él. Surgió de la nada una noche de invierno envuelto en su capa negra.
Me tendió su sombrero del revés y dijo: «Mete la mano. Saca de su interior un sueño y cruzará contigo la frontera de la realidad».
Desde entonces el viejo mago es real. Porque fue a él a quien saqué del fondo de su chistera.©

Érase una vez

Un día la voluntad venció al deseo. La cordura de la razón a la locura del sentir.
Huyó del mundo de los locos. Del mundo de los sueños.
Y se retiró a un lugar seguro donde poder verlo todo. Menos sus ojos.
Donde poder tocarlo todo. Menos su piel.
Donde poder escuchar cualquier voz. Menos la suya.
Volvió a su vida anterior. Sin su mirada, sin su cuerpo, sin el timbre suave de su voz.
Al fin estaba a salvo.
Y colorín colorado, noche tras noche arrojaba el cuento contra la pared y le decía como si aún pudiera oírla: quédate conmigo.©

Pasos

La vida a veces te cortocircuita.
Y sin embargo, caminas.
Aunque el aire se haya vuelto melaza y tus zapatos plomo.
Un paso. Después otro.
Así descubres que eres lo que siempre queda de ti.
Eres quien extrae de la melaza burbujas de aire.
Y respira.
Quien desanuda los cordones de tus pesados zapatos.
Y te descalza.©

Somos

“Amamos. A veces, también nos aman.
Besamos. A veces, también nos besan.
Herimos. Nos hieren.
Recorremos la vida. Y ella nos recorre.
Hallamos caminos. Nos perdemos.
Buscamos. Nos encuentran.
Soñamos. Nos sueñan.
Somos cobijo, espada. Oteador, faro. Realidad y sueño.
Dibujamos a lápiz la realidad. Y la vida decide lo que pasa a tinta». ©

Cartas

Cada cierto tiempo se sentaba a escribirle. Volcaba en la pantalla de su ordenador esquirlas de su vida. Desmenuzaba pensamientos. Sueños. También pesares. Y le hacía alguna pregunta. Para que pareciera una conversación. Aunque la respuesta llegara con retardo.
Cuando acababa el correo lo releía varias veces para comprobar que había expresado bien cuanto quería contarle. Porque las palabras no siempre dicen lo que queremos que digan. Entonces firmaba con un “te echo de menos”. Y, en lugar de enviarlo, lo borraba. ©

Soy

«Soy el pájaro que aletea atropellado. Y el ave que planea.
Un lobo solitario. Y el que oye, tras de sí, respirar a la manada.
Soy lo que veo con claridad. Y lo que, a oscuras, atisbo dentro.
La sonrisa más triste. Y la más alegre.
Palabras que se dejan decir. Y largos silencios.
Soy la que abre la puerta de su propia fortaleza. Y quien no encuentra la llave.
Un ser que vive de sueños. Y el que surge al despertar.
Soy la que no sabe quién es. Y quien sí lo sabe». ©

El guía

Escuchó confiada a su corazón. “¡Sígueme!”, le dijo dulcemente. Y ella le siguió. Con la temeridad de quien se atreve a sentir. A pesar de la niebla. Él sabría el camino. Sería su guía.
Pero la realidad apareció con sus dientes de sable destrozando aquel sueño a dentelladas.
“No volveré a seguirte”, recriminó a su corazón llena de dolor y de frío. “No somos iguales. Tú eres como los sueños. Puro y libre. Pero mi mundo es otro. Un mundo de esclavos. Donde impera el miedo. Mi mundo duele”.
De repente se levantó la niebla. Y no encontró a su corazón delante de ella. Se giró y lo vio tras de sí. A su espalda. Igual de herido. Temblando de frío. Y ya no supo decir en qué mundo estaba, ni quién había seguido a quién. ©